lunes, 21 de noviembre de 2011

DIARIOS ESTELARES: GÉNESIS

Donde esté una carta de ajuste que se quite el mejor de los paisajes.



La matrona se afanaba entre las piernas de mi madre que, por aquel entonces y tras múltiples embarazos se había convertido en una lubricada y casi perfecta máquina de parir.

Sobre la cómoda de la habitación matrimonial, una enorme televisión en blanco y negro retransmitía El conde de Montecristo. Mi parturienta madre gritaba como una posesa a la comadrona:
¡Quite! ¡Quite! ¡Que no veo! ¡Que la carne de burra no transparenta!

Pasaron dos horas de relajada dilatación en las que mi padre sufrió lo suyo para impedir que la comadrona utilizase los fórceps con mi madre, o por mejor decir, contra mi madre. La tocóloga no sé si trataba de inducir el primer parto por vía nasal de la historia de la obstetricia o por el contrario pretendía responder con una rinoplastia traumática a las palabras de mi madre que le rogaba que procediera con delicadeza; y todo por un vacaburra de más o de menos. Tanto traer niños al mundo de un lado u otro del ecuador fecundo había sensibilizado el carácter de las dos mujeres tornándolo extremadamente susceptible.


Para evitar un derramamiento de sangre mayor del imprescindible en estos casos, decidí nacer. La alegre fanfarria de un telediario festejó mi alumbramiento.

La primera luz que vislumbraron mis ojos fue aquella pantalla hipnótica de fósforo parpadeante. En imagen, el hombre pisaba la Luna por vez primera, el mayor acontecimiento que vieron los siglos. Desde ese temprano instante perdí para siempre mi capacidad de asombro.
Absorto con la escena y con los ojos abiertos como platos fui incapaz de emitir el reglamentario sollozo de recién nacido. La comadrona asustada con mi silencio y mi mirada de lechuza no cesó de darme nalgadas hasta que se le acalambró el brazo. Ningún golpe pudo desviar mi atención.
-¡Vaya! Así que esto es el mundo- pensé.

2 comentarios:

  1. Bueno, al menos tu madre estaba en casa; no como le pasó a Gila, que había salido...

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  2. paseante, si has llegado hasta aquí es que te llevan muy lejos tus paseos.
    No eres el primero que encuentra ecos de San Gila en esta parida. Me lo haré mirar.

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