martes, 22 de noviembre de 2011

POLVO DE ESTRELLAS (EPÍLOGO)




Yo caminaba por el cinturón de Van Allen
tú te aproximaste a mi mundo
trazando una elipse, tan rasante,
que alteraste mis mareas para siempre.

Encontré tan gratos tus paisajes,
tan radiante el fulgor de tus volcanes
que acompasé mi órbita a tu órbita
creyendo, sin duda ingenuamente,
que por los siglos de los siglos,
milenio tras milenio
surcaríamos paralelos las rutas estelares.

Un choque sideral
(la gravedad es lo que tiene)
hizo diverger las trayectorias.
Me quedé
gira girando
en rotación perpleja
mientras tú te perdías
eclipsándote tras una nebulosa.

El Universo en expansión
se me hace grande
y me siento más solo
a cada instante
mientras me hundo en el vacío de tu ausencia;
un vacío,
tan vacío e insondable
que no puede correr tampoco el riesgo
de chocar contra nada, ni con nadie.



Aquí sigo esperando
en mi Universo frío
(que para frío-frío el de las galaxias
menos trescientos grados, casi casi).
Algún día llegará
en que mire al cielo
y podré admirar
esta vez
ya desde lejos,
pues no se cruzarán
jamás nuestros trayectos,
el cíclico retorno
de un cometa.






2 comentarios:

  1. Triste y frío. El amor interestelar es lo que tiene: a la velocidad con la que los entes transitan por el Universo es difícil estrechar relaciones.
    ¿O es una alegoría?

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  2. ¿alegoría? yo es que de mecánica celeste ando un poco flojito.

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